domingo, 15 de enero de 2017

Sora II: La torre del Homenaje

Las dos torres de época islámica vistas desde la primera ventana de la torre del homenaje


En la anterior actualización hablamos de las dos construcciones más antiguas del castillo de Sora, sus dos torres vigía de época islámica. En las siguientes entradas vamos a hablar del resto de edificaciones de la fortaleza. 

Imponente vista de la cara este de la torre del homenaje, con la entrada a la cámara excavada en la roca y las dos ventanas renacentistas.


La más destacada de ellas es la torre del homenaje por diversas razones. En primer lugar, es el edificio de mayores dimensiones y situado en el punto más alto del cerro natural, lo que lo convierte también en el edificio visible a mayor distancia; como decíamos en la actualización de diciembre, esta torre del homenaje se puede distinguir en lo alto de un monte de cima llana desde las dos vías principales de las Bajas Cinco Villas. Si circulamos por la A-127 en dirección Tauste – Ejea de los Caballeros, tendremos que mirar a nuestra derecha, hacia el este para verlo. Si circulamos por la A-125, también dirección Ejea, pero viniendo desde Erla, tendremos que mirar hacia el sur, en este caso hacia nuestra izquierda, para reconocer su inconfundible silueta. Incluso si no supiéramos de la existencia de un castillo en este lugar, sus formas cuadrangulares delatan su origen antrópico. Desde lo alto del propio castillo, las vistas son inmejorables, tiene un dominio visual prácticamente total de toda la llanada cincovillesa; de norte a sur desde la ribera del Ebro hasta las estribaciones del Prepirineo, y desde la frontera con Navarra hasta el propio castillo por el oeste. Cuando el castillo estaba habitado, a buen seguro se podría ver, en los meses de verano, columnas de polvo cada vez que un grupo de personas a pie o a caballo transitaran de un lugar a otro. 

Vista de la cara norte de la torre desde el punto más alejado de la plataforma donde se asienta (posiblemente donde estuvo la iglesia). Se aprecian los principales elementos de época renacentista: restos de la cornisa, una aspillera cegada, y a la izquierda, el "corte" entre la fachada norte y la este.


En cuanto al edificio propiamente dicho, podemos decir que posee dos fases arquitectónicas principales. La principal y más antigua es claramente medieval, probablemente románica y hecha de buena piedra sillar. Sin embargo, la cara que más nos llama la atención es la cara este, que es de factura posterior, al menos la parte superior, de la segunda mitad del siglo XVI, hecha en estilo clasicista renacentista. Si nos situamos frente a la fachada sur o norte y miramos hacia la esquina de cualquiera de estas dos caras con la cara este, veremos claramente que los sillares son totalmente distintos; las piedras del lado oriental están mucho menos desgastadas que las de los otros tres lados, son más recientes y dan a la fachada un aspecto más uniforme y liso.

La estancia del sótano o bodega, excavada en la roca natural, vista desde el piso bajo, del que está separada por una bóveda.


La torre se sitúa sobre una plataforma rocosa natural que emerge a su vez de otra plataforma natural mucho más grande donde se sitúa el recinto del castillo. La planta baja del torreón es simplemente una enorme estancia excavada en la roca, a la que se accede por una abertura en el lado oriental, también abierta a pico sobre el corte natural del afloramiento rocoso. Esta estancia inferior estaría en origen cubierta por una bóveda de piedra, aunque hoy en día solo conserva aproximadamente la mitad de la misma.

La bóveda de cañón, casi destruida, que cubre el sótano y que lo separa del primer piso. 


Al haberse desprendido la bóveda, y sabiendo que hay una entrada a la torre en el lado sur, accesible sólo desde el recinto superior, no podemos saber con seguridad si esta planta inferior excavada en la roca se comunicaría con el primer piso mediante escaleras, o por el contrario era imposible ir de un piso a otro sin salir al exterior, como ocurre en otras fortalezas con entrada en altura y bodega en el piso inferior. Sea como fuere, si observamos esta fachada oriental veremos tres aberturas en cada piso, las tres en el centro de la fachada. La primera de las aberturas es el acceso a la planta inferior, ambos, estancia y entrada, tallados en la roca.

Las dos ventanas de la cara oriental, con su interesante decoración clasicista, hoy casi desaparecida en la ventana inferior.


Las otras dos aberturas, aunque tienen las dimensiones de una puerta (su luz llega hasta el suelo, en lugar de quedar a la altura de la cadera) son dos grandes ventanas correspondientes al muro renacentista del que hablábamos antes. Este muro oriental parece ser de época medieval, desde el suelo hasta dos hiladas por encima de la primera ventana, pues las dimensiones y el desgaste de sus sillares es bastante similar a las otras tres caras de la torre. La única parte realmente renacentista en este primer tramo serían las piedras utilizadas para la decoración de la ventana. La decoración clasicista que flanquea las ventanas consiste en unos relieves tallados en los propios sillares que simulan falsas columnillas con sus basas, capiteles, cornisas, alféizares… La decoración de la ventana del piso superior se ha conservado razonablemente bien. Por desgracia, la del piso inferior se ha perdido casi en su totalidad, y a duras penas se conservan los capiteles de las dos columnas y la basa de la izquierda. Sin embargo, es evidente que las piedras no se han podido volatilizar, quizá unos trabajos arqueológicos de limpieza alrededor de la torre podrían dar con algunas de ellas; es posible que alguna también se conserve fuera de sitio en manos de algún particular.

Las pared este vista desde el interior de la torre, se observa la poderosa anchura de los muros y abundantes restos del recubrimiento interior blanco.


Esta decoración renacentista de la ventana inferior se realizó añadiendo nuevas piedras con relieves; y no tallando la piedra medieval existente, puesto que el relieve sobresale de la fachada, lo mismo que en la ventana superior. No sabemos qué elementos cerraban estas grandes ventanas, si tenían alguna estructura de madera u otro material para impedir caídas y evitar la entrada del frío y corrientes de aire, no se aprecian en la ventana inferior (la superior es hoy totalmente inaccesible) marcas en la piedra que delaten la existencia pasada de algún elemento de este tipo; quizá se encontrasen en una especie de banco corrido que tenían las ventanas, hoy casi del todo desaparecido. En cualquier caso, esta fina decoración renacentista llama poderosamente la atención, no es habitual encontrarla en castillos de origen medieval fuera de poblado, no estamos acostumbrados a ver los más mínimos refinamientos en las sobrias edificaciones militares de las Cinco Villas, y las raras veces que los hay suelen ser de estilo románico o gótico y dentro de las villas y aldeas. La explicación se encuentra en que esta fortaleza estuvo habitada hasta, por lo menos, bien entrado el siglo XVIII, y de hecho fue una de las principales posesiones en Aragón de una importante familia nobiliaria, los Villahermosa (a los que todavía pertenece), que absorbieron la titularidad del condado de Luna. En el siglo XVI la función militar de la torre del homenaje de Sora había pasado claramente a un segundo plano, en primer lugar, las dos nuevas ventanas son demasiado grandes para ser fácilmente defendibles ante un ataque de proyectiles hacia el interior del edificio, y por ellas podría caber perfectamente una persona erguida si lograra alcanzarlas con una escala. Los castillos medievales solían estar rematados por almenas (muchas veces cubiertas a su vez por un tejado de madera o una galería de arquillos para tener una posición superior del enemigo y poder disparar sobre él desde muchos puntos. Durante la Edad Moderna la idea es bastante similar, sólo que poco a poco las armas de fuego van desplazando a los arcos y flechas primero y más tarde también a las ballestas. En el siglo XVI, con la nueva reforma, la azotea o falsa del piso superior pierde sus almenas y/o su parte accesible y defendible. Prueba de ello son los restos de la cornisa que remata la fortaleza, idéntica a la que decoraba las ventanas. Sobre ella debía de sobresalir algún alero de madera, quizá ricamente trabajado como los que encontramos en los palacetes renacentistas de ciudades como Zaragoza; y a su vez, sobre éstos, debía de haber algún tejado. Por si nos queda alguna duda, el interior de la fortaleza está cerrado en su parte superior por una gran bóveda sin ningún tipo de abertura para acceder a la azotea.

La imponente bóveda superior, seguramente también del siglo XVI, con algunas grietas que amenazan con arruinarla. A la izquierda la ventana superior de la pared oriental, hoy inaccesible.


En la construcción original sí que debía de haber algún tipo de acceso a la parte superior, puesto que carece de toda lógica construir una fortaleza tan poderosa, y en un punto tan privilegiado, como para privarla de un magnífico puesto de observación y defensa en su planta superior; por todo ello podemos deducir que la bóveda de la parte superior pertenece a la reforma renacentista, o al menos su aspecto actual, totalmente cerrada salvo por algunos desprendimientos. Más aún si tenemos en cuenta que el muro oeste está totalmente desprovisto de ventanas para la defensa, y los muros sur y norte solamente tienen dos pequeñas ventanas saeteras hoy cegadas con piedras talladas ex profeso. Por otro lado, carece de sentido abrir dos grandes ventanas o balcones o en un muro para cegar dos pequeñas en otros dos. De nuevo la respuesta la encontramos en el interior de la torre.

A la izquierda, la pared este; a la derecha la pared sur con su ventana cegada y las dos filas de hendiduras para encajar las vigas de madera que separan los dos pisos.


En los muros sur y norte, a media altura entre las dos ventanas del siglo XVI encontramos dos filas muy seguidas de huecos cuadrangulares tallados en la piedra, hechos para sujetar en ellos las vigas de madera que habrían de separar ambos pisos. Los de la fila superior son grandes y pocos (cuatro), los de la inferior más pequeños pero también más numerosos (al menos diez). En esta reforma renacentista se debió de cambiar la disposición del suelo que separa un piso de otro, de tal manera que el nuevo suelo del piso superior coincidía con las ventanas estrechas y alargadas, por lo que se decidió cegarlas. De ello deducimos que los huecos para vigas grandes son de la construcción medieval mientras que los que están justo por debajo y son más pequeños y numerosos pertenecen al siglo XVI.

A la izquierda el interior de la pared oeste; a la derecha la pared norte, similar a la sur, con hendiduras y ventana cegada. 


En alguna de las esquinas, a la altura de este forjado más reciente podemos encontrar todavía restos del enlucido de yeso que cubriría el techo del piso inferior, mismo enlucido que cubre aún hoy gran parte de las paredes interiores de la torre, algo muy raro de encontrar en fortalezas medievales abandonadas en medio del monte; otra prueba inequívoca de su habitación y mantenimiento hasta épocas relativamente cercanas.

Puerta orientada al sur, mirando hacia la llanura de Castejón de Valdejasa. También conserva restos del encalado blanco y los huecos para asegurar la hoja de la puerta.


Por último, en la cara sur, pero pegado al vértice con la cara oeste encontramos la puerta de entrada a la torre. Es más angosta y de menor altura que las ventanas de la fachada este, y al igual que en estas podemos comprobar la gran anchura de los muros de la fortaleza. Casi ya en la salida del estrecho pasillo que forma la puerta encontramos dos huecos cuadrangulares hechos para trancar la puerta asegurándola con un travesaño corredizo de madera. El hueco de la izquierda (si miramos desde dentro de la puerta hacia el exterior) es más profundo que el de la derecha, de tal manera que el travesaño quedaría casi entero en el interior del mismo cuando la puerta estuviera abierta o sin asegurar. En el momento que hubiese que trancarla se sacaría de este hueco de derecha a izquierda hasta que quedara encajado también en el hueco de la derecha. Aunque la salida desde esta puerta da a un suelo natural, podemos considerar que es una torre en altura ya que se encuentra en una plataforma natural relativamente pequeña que sobresale por encima de la plataforma principal donde se encuentran los recintos inferiores.

Oquedad practicada en el lado izquierdo de la jamba para albergar el travesaño de seguridad.


En este recinto superior, compartiendo espacio con la torre se encuentran otros restos que seguramente corresponden a la iglesia del castillo. El acceso a esta plataforma se debía hacer por donde se encontraría la iglesia, de tal manera que la puerta de acceso a la torre está en el extremo opuesto a la entrada al recinto o plataforma superior. El asaltante que quisiera tomar la torre del homenaje debería subir por la rampa que da al norte, y rodear tres de los cuatro lados de la torre bajo el fuego enemigo (quizá también hostigado desde la iglesia) hasta llegar a la cara sur donde se encuentra la puerta. Por si esto fuera poco, una vez en el lado sur, el espacio de la plataforma entre el borde de ésta y la puerta es más bien escaso, de tal manera que el atacante no podría situar en este lugar un ariete de grandes dimensiones, ni muchos hombres para manejarlo.

Pared construida en el cortado de la plataforma superior para evitar la erosión y los desprendimientos. Al fondo restos de dos posibles torres menores.


Sin embargo, una fortaleza situada sobre un suelo tan erosionable no sólo ha de ser defendida de posibles sitiadores, sino también del lento pero imparable ataque de los elementos. En diversas partes del cortado natural de se pueden observar distintos muros y aparejos con el objetivo de impedir o ralentizar la erosión del terreno y también sujetarlo. El mejor y más espectacular de ellos es un muro orientado hacia el suroeste, en diagonal con respecto a la torre del homenaje para sujetar el terreno donde ésta se asienta. Está hecho en buena piedra sillar y cae hacia el precipicio de tal manera que en este punto coinciden la caída de la plataforma inferior con la de la superior. Ésta última tiene desprendimientos recientes (ya aparecen en la página 47 del libro de M. Menjón, que es del año 2011), por lo que la torre no sólo amenaza ruina por sí misma, sino también por el terreno en el que se asienta. Una solución provisional y de urgencia, pero eficaz y poco costosa sería apuntalar con puntales de obra verticales las partes de la plataforma que han quedado “colgando” en esta parte sur, evitando que vaya a más, pero para ello en principio haría falta autorización del propietario. 

Desprendimientos recientes de la plataforma rocosa donde se asienta la torre del homenaje.


Para complementar la información de esta actualización con la de una profesional consolidada de la historia, es muy recomendable acudir de nuevo al libro sobre el castillo de Sora de Marisancho Menjón. Entre las páginas 46 y 54, encontramos una detalladísima descripción de la torre del homenaje, así como muy buenas fotos del interior y exterior de la misma y de su entorno más inmediato. 

Además de la información meramente descriptiva, también nos aporta datos históricos contrastados documentalmente en los siguientes capítulos. Por ejemplo, para conocer al detalle la historia en torno a la reforma renacentista de finales del siglo XVI podemos acudir al capítulo 15 que lleva por título: Los Villahermosa, la figura de Martín de Gurrea y las obras en la torre del homenaje (pp. 95-102). 

Ya apuntábamos en la actualización anterior a la casi segura existencia de alguna construcción islámica en el lugar donde hoy está la torre del homenaje, aunque no nos conste que hayan llegado restos de la misma. Así nos lo confirma Menjón en el capítulo 14: (…) la carta que Pardo de Lacasta envió al rey a la llegada de la abadesa (se refiere a Violante de Luna, en calidad de prisionera) al castillo de Sora y es que en ella afirma que la recluyó en “la torre de la Celoquia”: ese nombre, celoquia, es de origen árabe y designa la parte más alta o central en las fortificaciones islámicas, aunque la denominación se mantuvo en los siglos posteriores (Menjón, M., p. 94).

Bibliografía: MENJÓN, MARISANCHO, El castillo de Sora. Fortaleza principal de las Cinco Villas. Zaragoza, IFC-DPZ, 2011.

Fotografías: del autor.