jueves, 29 de diciembre de 2016

El Castillo de Sora. Parte I: Torreones Islámicos

El castillo de Sora desde su cara norte.

Probablemente es una de las fortalezas de origen medieval más desconocidas de Aragón, a pesar de sus imponentes dimensiones, su impresionante ubicación estratégica y su rica historia. Todavía hoy, el viajero que se dirija desde Zaragoza a Ejea de los Caballeros por cualquiera de las dos carreteras principales (la que pasa por Tauste y la que pasa por Erla), podrá contemplar, en la lejanía, una estructura en forma de cubo sobre la superficie plana de una montaña: la torre del homenaje del castillo de Sora. Si lo hace por la carretera que pasa por Castejón de Valdejasa, la más tortuosa y menos transitada, se encontrará casi de frente con la fortaleza después de pasar por la curva que bordea una de las estribaciones de los montes de Castejón. 

Los dos torreones de época islámica desde el interior del recinto principal.

En esta actualización vamos a hablar sólo de una parte de las construcciones del castillo y de una parte de la historia del mismo. Si observamos los materiales con los que están edificadas las distintas construcciones que aún quedan en pie, podremos distinguir claramente dos tipos de edificaciones. La mayoría de ellas están hechas de buena piedra sillar y sillarejo, fundamentalmente de época medieval cristiana, aunque con refuerzos posteriores en ladrillo, piedra y otros materiales de menor calidad. El torreón principal y la muralla de la fortaleza son los ejemplos mejor conservados de ello. Sin embargo, entre las edificaciones de la fortaleza destacan dos torres mucho más pequeñas, delgadas y esbeltas. Están hechas de tapial, con la misma técnica y materiales que la mayoría de las fortalezas islámicas del valle medio del Ebro, lo que hace suponer que la fortaleza, al menos estos dos elementos y otros que pueden haber desaparecido, pertenecen a la misma época. Para confirmarlo acudimos al único trabajo relevante que se ha publicado hasta el momento sobre el castillo de Sora. 

El castillo de Sora. Fortaleza principal de las Cinco Villas de la historiadora del arte Marisancho Menjón es un magnífico trabajo monográfico sobre esta construcción, editado por la Asociación Castrum Valdejasa y la Institución Fernando el Católico de la DPZ. Tiene alrededor de 140 páginas, abundantes referencias bibliográficas y unas excelentes fotografías de Sora y de otras fortalezas con las que guarda relación. Acudimos al capítulo cuarto Descripción, concretamente a la página 43 para conocer las características del primero de los torreones, luego comentaremos algunos datos y añadiremos otros de cosecha propia: “En el extremo oriental se conserva, separado de la muralla por un espacio vacío donde tal vez se ubicó un acceso a esta parte, un torreón de planta cuadrada, construido en mampostería y encofrado de yeso, macizado casi por completo, que presenta una abertura en alto en su cara sur y un saliente que parece indicar la continuidad de un muro o algún tipo de cerramiento, en su cara este. La abertura de la cara sur pudo formar parte de un camino de ronda que recorrería el paño de muralla que sin duda hubo en esta zona, un muro que existió hasta fechas recientes, pues Francisco Abbad lo nombra en una publicación de 1957.” Las marcas horizontales de los tablones de encofrado todavía se pueden ver perfectamente en las dos caras accesibles (sur y oeste), especialmente en los tramos inferiores. Estas marcas son una especie de rebabas paralelas y horizontales a similar distancia unas de otras, y el espacio entre ellas, donde estuvieron los tablones, tiene una forma ligeramente cóncava. Esta torre debía de hacer las veces de esquina o recodo de dos muros de cierre del complejo, uno de estos muros llevaría una dirección este-oeste que partiría más o menos de la parte central de la cara oeste, donde todavía podemos observar un pequeño saliente de mampostería y piedra, de los mismos materiales que el resto de la torre. No sabemos si el saliente del que habla Menjón es ése mismo y hace referencia a él por error en la cara este en lugar de oeste, o si por el contrario se refiere a otro muro que saldría del extremo derecho de la cara sur, en la esquina sur-este dirección norte-sur. En esta esquina se adivina un muro desaparecido que ocuparía al menos dos tercios de la altura de la torre, si no su totalidad, pero más que por un saliente, podemos saber de su existencia por su acabado irregular formado por una serie de oquedades resultado del desprendimiento de las piedras y materiales que unirían la torre con la muralla, si comparamos esta esquina con la esquina sureste, que está mucho más lisa y mejor conservada, es evidente que de la primera partía un muro, al borde del precipicio y de la segunda no. 

Magnífico trabajo sobre el castillo de Sora, y hasta la fecha el único publicado.

En cuanto a la abertura de la cara sur, podemos decir que se ven dos y no una. Es difícil intuir el tamaño exacto y la forma de la que se encuentra en la parte superior, ya que ha sufrido mucho más el castigo de los elementos, por su ubicación que la de la parte inferior, pero en cualquier caso parece que era más grande y se encontraba más desplazada hacia la derecha, mientras que la de la parte inferior es una especie de “hornacina” mucho más perfecta y cuadrangular que además todavía conserva algunos de los troncos de madera que sujetan su techo a modo de vigas. Marisancho Menjón pone en relación al menos una de estas dos aberturas con el camino de ronda que habría sobre el tramo de muralla que arrancaría de este lugar, pero sin una reconstrucción gráfica es difícil imaginarse cómo sería exactamente esta estructura y sobre todo qué papel jugarían las aberturas. 

Interior del hueco inferior situado en la cara sur del primer torreón. Aún conserva algunas vigas hechas de troncos de madera y la impronta de los que ha perdido.

Potro lado, ¿qué sentido tiene una edificación que es totalmente maciza al interior? Hay que precisar que muchas de las torres defensivas medievales, ya fueran atalayas aisladas o formaran parte de un conjunto, especialmente si eran de pequeño tamaño como ésta, carecían de espacio en su interior como para albergar otra cosa aparte de las escaleras. Su parte útil era solamente la terraza de la parte superior, normalmente almenada desde la que se podía vigilar mejor el entorno y defenderse de un posible ataque. En el caso de esta torre, su función sería la de defender y reforzar un ángulo muerto y vulnerable como es el de la esquina de la muralla y seguramente también algún acceso a la fortaleza, ya que, todavía hoy, el acceso más fácil a la meseta donde se asienta el castillo se encuentra en este lugar, por ser la zona menos empinada. El acceso a la terraza se debía hacer a través de alguna escala o escalera de madera situada con toda seguridad en la cara sur, la más protegida de las dos que se encuentran al interior del complejo, a salvo de ataques de proyectiles del exterior y también de posibles miradas indiscretas. También es posible que se hiciera a través del paso de ronda elevado que habría en la muralla. 

La torre maciza situada en una de las esquinas del recinto, quizá protegió alguna puerta en el pasado.

“Un poco más allá, coronando un farallón próximo del que nos separa un barranco, se alzan los restos de un torreón aislado, de mampostería de yeso y planta aproximadamente elíptica, adaptada al perfil del montículo, cuya cima ocupa por completo. Está macizado en su parte baja y hoy es inaccesible. Salvo en la planta, es de características similares al anterior”. Esta es la breve pero acertada descripción del segundo torreón que nos encontramos en la página 46 del citado libro junto a algunas fotografías. A diferencia del anterior, parece que no era enteramente macizo, ya que desde la distancia todavía se observan paredes. Hoy en día su acceso es impracticable, debido a la erosión natural del terreno, pero lógicamente, el cerro debía de tener un mayor tamaño en el momento en el que se levantó la torre, hace al menos 900 años. Seguramente se comunicaba de manera natural con las estribaciones del monte Guarizo que se encuentran al este, ya que la distancia en línea recta y en caída es menor hacia esos pinares que hacia la meseta donde se encuentra el resto del castillo.

Las dos atalayas de época andalusí parecen mirarse desde la distancia, como llevan haciendo desde hace alrededor de un milenio.

Hasta aquí llegan los únicos restos claramente islámicos conservados y visibles, y por lo tanto los elementos más antiguos conocidos, si bien, no podemos descartar que en este lugar ya hubiera algún tipo de asentamiento fuerte en época romana, ya que la vía romana que conectaba Caesaraugusta con Pompaelo pasaba a los pies de Sora, más o menos siguiendo el trazado de la carretera Castejón – Ejea, y de hecho en las proximidades del castillo se han encontrado hasta tres de sus miliarios (Menjón, pp. 25-28). Los dos torreones conservados tampoco debieron ser las únicas construcciones levantadas aquí en época islámica. Como hemos visto, la torre maciza guardaba una de las esquinas de la muralla, que debió tener seguramente alguna más. Con toda seguridad, en el lugar donde hoy está la torre del homenaje cristiana, debió de haber anteriormente, sino una edificación similar, cuanto menos una atalaya de vigía, pues es el punto más elevado del cerro principal y con mayor dominio visual de las llanuras en varios kilómetros a la redonda. El aljibe que se encuentra a sus pies también podría tener origen islámico aunque el aspecto actual, debido a reformas, corresponda a épocas posteriores.

En primer término la imponente torre del homenaje, ya de época cristiana, pero situada posiblemente en el lugar de una anterior. Se observan caídas del terreno muy recientes que pueden ponerla en peligro. Al fondo, la torre de época musulmana que debió guardar el acceso primitivo al recinto. 

Aunque no conocemos con seguridad ninguna documentación escrita sobre Sora anterior a la conquista cristiana, Marisancho Menjón continúa aportando algunas pistas e hipótesis sobre sus avatares históricos entre los siglos VIII y XII. Es bastante probable que se levantara en el siglo IX, momento de mayor expansión de la familia muladí de los Banu Qasí (descendientes del conde hispano-romano Cassius, convertido al Islam con la llegada de los musulmanes). Esta familia tenía sus dominios principales en el sureste de la actual Navarra, las Cinco Villas y zonas aledañas, con Tudela como capital, por lo que Sora, ocupaba uno de los puntos estratégicos del dispositivo de defensa, tanto contra ataques de los principados cristianos como del Emirato de Córdoba y otros caudillos musulmanes. Frente a los primeros, en principio era una fortaleza de retaguardia, aunque el constante “tira y afloja”, los movimientos de frontera y los cambios de manos de las fortalezas y villas pusieran a veces a este hisn más cerca de la zona de peligro (Menjón, pp. 60-68). No sabemos con seguridad cuando cayó Sora en manos cristianas, pero es lógico pensar que pudiera ser en el año 1105, fecha de la conquista de la cercana Ejea de los Caballeros por parte de Alfonso I de Aragón, ya fuera poco antes de la toma de esta plaza o poco después (pp. 69-70).

Fotografías: las fotografías pertenecen al autor del blog, exceptuando la de la portada del libro extraída de www.cincovillas.com

Bibliografía: MENJÓN, MARISANCHO, El castillo de Sora. Fortaleza principal de las cinco villas. Zaragoza, IFC-DPZ, 2011.